Borges "le pega clásico"
El término "clásico" además de
referir la época grecorromana, suele entenderse como algo que
por ser de calidad superior se convierte en modelo a seguir, una especie de
arquetipo de la perfección. En el ensayo Sobre los clásicos,
incluido en el libro Otras inquisiciones, Borges habla de lo que él
considera un clásico literario. Gracias a él comprendemos por qué cada
pueblo o cultura tiene sus clásicos; por qué clásicos de otro tiempo han caído
en el olvido, mientras que obras olvidadas han sido recuperadas para la
posteridad. De allí que el argentino se pregunte si seguirá
siendo Fausto esencial para los alemanes, El Paraíso perdido para
los ingleses o La Divina
Comedia para los italianos. Pues, desde su perspectiva, siempre habrá
lugar para la renovación del canon:
"(…) Para los
alemanes y austríacos el Fausto es
una obra genial; para otros, una de las más famosas formas del tedio, como el
segundo Paraíso de Milton o la obra de Rabelais. Libros como el de Job, la
Divina Comedia, Macbeth (y, para mí, algunas de las sagas del Norte) prometen
una larga inmortalidad, pero nada sabemos del porvenir, salvo que diferirá del
presente. Una preferencia bien puede ser una superstición.
No tengo vocación
de iconoclasta. Hacia el año treinta creía, bajo el influjo de Macedonio
Fernández, que la belleza es privilegio de unos pocos autores; ahora sé que es
común y que está acechándonos en las casuales páginas del mediocre o en un
diálogo callejero. Así, mi desconocimiento de las letras malayas o húngaras es
total, pero estoy seguro de que si el tiempo me deparara la ocasión de su
estudio, encontraría en ellas todos los alimentos que requiere el espíritu.
Además de las barreras lingüísticas intervienen las políticas o geográficas.
Burns es un clásico en Escocia; al sur del Tweed interesa menos que Dunbar o
Stevenson. La gloria de un poeta depende, en suma, de la excitación o de la
apatía de las generaciones de hombres anónimos que la ponen a prueba, en la
soledad de sus bibliotecas.
Las emociones que
la literatura suscita son quizá eternas, pero los medios deben constantemente
variar, siquiera de un modo levísimo, para no perder su virtud. Se gastan a
medida que los reconoce el lector. De ahí el peligro de afirmar que existen
obras clásicas y que lo serán para siempre. Cada cual descree de su arte y de sus
artificios. Yo, que me he resignado a poner en duda la indefinida perduración
de Voltaire o de Shakespeare, creo (esta tarde uno de los últimos días de 1965)
en la de Schopenhauer y en la de Berkeley. Clásico no es un libro (lo
repito) que necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las
generaciones de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo
fervor y con una misteriosa lealtad". (1952: 232-233)
Podemos decir entonces en términos
generales que el calificativo de clásico se deslinda de lo meramente tradicional, de la pretensión de universalidad o del goce
perenne de glorias pasadas. Aunque también cabe preguntarse: ¿Son las obras
mencionadas por Borges nuestros clásicos? ¿Lo son por el hecho de serlo para
esas naciones? Pero bueno, ese es otro asunto.
Continuando pues con los atributos que
podrían caracterizar lo clásico, vemos cómo en la cotidianidad el término se usa
para referir el valor significativo de un carro, una canción, encuentros
deportivos, chistes, películas e incluso se utiliza como sinónimo de reconocimiento.
Por ejemplo, en la ciudad de Buenaventura cuando alguien hace algo que merece
admiración, sea por su forma de vestir, la preparación de una comida o el
ingenio en una frase, los jóvenes celebran diciendo: "Le pegó clásico". Lo interesante de la frase no
radica en su intento por definir lo clásico, sino por su planteamiento de lo clásico como la relación
entre el que ejecuta la acción y quien reconoce su mérito. Con los bonaverenses
se hace evidente que siempre es necesaria la fervorosa complicidad de un
público para que algo merezca el apelativo de clásico. Es por eso, a mi modo de
ver, que Borges en su visión de qué es un clásico, valga la
redundancia, le pega clásico:
“Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo
tiempo han decidido leer como si en sus páginas
todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de
interpretaciones sin término. Previsiblemente, esas decisiones varían” (1952:
232)
En ese sentido, pese a que hoy Borges es
ya un clásico podemos imaginar que sólo seguirá siéndolo -en sus propias
palabras- cuando en un futuro “(…) los hombres, urgidos por diversas razones,
lo lean con previo fervor y con una misteriosa lealtad”. (1952:233)
Ya para terminar, quisiera volver a una
vieja pregunta: ¿Por qué tantos autores recurren una y otra vez a los clásicos
para re-escribir sus textos? La cuestión, tan simple como compleja, contribuye
a corroborar algunos de los atributos fundamentales de los clásicos. Se vuelve
a ellos por ser un portal hacia las metáforas de siempre; una invitación a "entonarlas"
en nuevos registros. Pues en suma, un clásico es toda forma artística cuya infinita
capacidad de reinventarse es puesta a prueba por cada tiempo y sus gentes. Sin
olvidar, claro está, que pese a que algunos clásicos parecen inmortales, sabemos
que la etiqueta de “clásico” tiene fecha de vencimiento.
Eugenio Gómez Borrero
03-08-2013