A propósito de Kafka
Por Eugenio Gómez Borrero.
Cuando en 1915 el editor le envía los dibujos de Ottomar Starke para
la portada de la Metamorfosis, Kafka
reacciona de forma tajante: (Carta a Kurt Wolff del 25
de octubre de 1915 citada en La
Metamorfosis y otros relatos, 1988,
pág. 51) El autor propone como contrapropuesta
imágenes de los padres y el apoderado
ante la puerta cerrada o los padres y la hermana en el comedor con la puerta de
la habitación de Gregorio Samsa, pero, en completa
oscuridad.
Esa oscuridad sugerida para la portada del libro no es solamente una
cuestión de diseño, es a mi modo de ver la forma narrativa escogida de Kafka
para explorar la existencia humana. Es por eso que la descripción del insecto
interesa menos por la fidelidad descriptiva que por la vaguedad que sugiere. Esa opacidad invita al lector a imaginar mil
variantes del aspecto físico de Gregorio Samsa, pero centrando su atención en sus
procesos anímicos. Transformación
espiritual que es en síntesis la verdadera metamorfosis: la pesadilla del el
ojo abierto y el morir despacio. De esta
forma Kafka consigue interesarnos más en la oscuridad del alma humana que
en el monstruo que la habita.
Cabe agregar que Kafka al igual
que Samsa también fue un “bicho raro”, una especie de extranjero en tierra
propia “Creció en un cruce de culturas no
siempre compatibles, obligado a ser él mismo y sin posibilidades de integración
plena en ninguna de ellas”. Imposibilidad que corrobora la distancia
geográfica de Praga con respecto a los centros culturales del Imperio, que
podrían fundamentar –si quisiéramos- cierto aislamiento en su desarrollo
cultural, sin contar su particular condición de judío, que ante la amenaza
nazi tal vez lo llevó a encerrarse en el
mismo cuarto de Gregorio.
Pero su calidad de
bicho raro no le quita lo genial.
La pragmaticidad en su palabra escrita -recordemos
que es doctor en Derecho- en conjunto con la opacidad de su lenguaje narrativo,
hacen de Kafka un maestro de lo sugerido, de lo inacabado; aunque para muchos
dicha cualidad podría ser interpretada como negligencia técnica. No obstante, esta
aparente incompletud en los textos de Kafka lo convierten -desde la perspectiva
de la Estética de la Recepción- en un pionero
de la literatura moderna, la cual exige un lector activo que llene los
”huecos” de la obra, que asuma el texto
como insumo creativo, condición que le permite a la difusa
obra de Kafka seguir funcionando como una piedra en el
estanque interpretativo del receptor.